July 2020
Racial Justice and Reconciliation

¿Vamos a ser blancos o vamos a ser Iglesia?

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“Soy Trayvon.” “Di el nombre de ella”. “¡Manos arriba, no disparen”. “Me ahogo”. Tenía todas estas mantras del siglo XXI en mente cuando corría mis 2.23 millas en honor a Ahmaud Aubrey y para exigir justicia para él, que fue matado a tiros por dos hombres blancos cuando corría en Brunswick, Georgia.

Cuando terminé de correr estaba jadeante, pero no porque tenía cansadas las piernas ni porque me faltaba el aire. Me faltaba el aire porque tenía un gran peso en el corazón y me sentía angustiada. Ahmaud era el último de una larga lista de vidas de negros jóvenes que habían perdido la vida a causa del odio y la violencia racista blanca. A pesar de que yo sabía quiénes habían matado a esos jóvenes negros, otro interrogante me dejó con los ojos llenos de lágrimas cuando estaba por terminar mis 2.23 millas: ¿Por qué estos asesinatos de jóvenes negros han pasado a ser algo tan común que si no fuera por las protestas de los negros pasarían prácticamente desapercibidos y con excesiva frecuencia los asesinos quedarían impunes? En las palabras de James Baldwin, “¿qué está pasando realmente aquí?”.

La respuesta a esta pregunta es más que las realidades sistémicas, estructurales y culturales de la supremacía blanca endémica que son parte indivisible de la trama de este país. En lugar de ello, es el alma colectiva de Estados Unidos.

La blancura y el alma de Estados Unidos

El alma nos conecta a los seres humanos con nuestros aspectos y aspiraciones más elevados. Anima e impulsa a la gente a obrar y ser mejor. Empuja a los seres humanos hacia el pleno potencial de lo que significa ser “bueno”. Refleja la esencia de nuestra humanidad. El alma es quienes somos como criaturas divinas, por lo tanto no está definida por las declaraciones apasionadas de los seres humanos ni tampoco es responsable de las políticas y sesgos de la historia humana. En lugar de ello, está inseparablemente unida “al arco trascendental del universo, que se dobla hacia la justicia”, la perfecta bondad que es la justicia llena del amor de Dios. Nuestra alma nos conecta con la Amada Comunidad que Dios nos promete a todos. Es una comunidad en la que se nos trata a todos como las creaciones sagradas que somos.

Esto nos incita a preguntar: ¿Qué alienó a Estados Unidos de sus almas, con la consiguiente normalización de la violencia contra las vidas de los negros? Respuesta: la blancura.

La blancura no es un constructo social-racista benigno. Es a la vez los cimientos y el capital de la supremacía blanca. Es lo que la supremacía blanca protege y privilegia. La blancura, por lo tanto, es un constructo inherentemente opositor y violento, porque su propia existencia depende de la marginación, subyugación -- por no decir eliminación -- de la gente de color*. Como Baldwin observa correctamente, “por demasiado largo tiempo, el sentido de ser de los blancos ha dependido de la mentira de que los negros son inferiores a ellos. Trágicamente, los blancos no se han dado cuenta de que ‘esta degradación y definición que tienen los degrada y define a ellos’”. Es por este motivo que el alma y por lo tanto la humanidad del país - específicamente del Estados Unidos blanco - está en juego. En la medida en que este sea el caso, las vidas de la gente de color siempre estarán en peligro.

Por lo tanto, es una cuestión de vida o muerte que Estados Unidos se reconcilie con su propia alma y, por ende, con su humanidad. Sin embargo, en este momento el país no cuenta con el liderazgo político y cívico que llevaría a Estados Unidos a descubrir su propia alma y reconciliarse con ella. Eso nos trae al rol de la Iglesia como comunidad de fe.

Ante el hecho de que la fe es asociarse con Dios para reparar una tierra injusta y por lo tanto encaminarnos hacia un futuro más justo, por definición las comunidades de fe son responsables por ese futuro. En concreto, deben estar impulsadas por las exhortaciones de sus almas. Está en manos de las comunidades de fe vivir como quienes profesan ser y liderar al país de vuelta a su propia alma.

Entonces, ¿cómo podría ser eso para una comunidad de fe como la Iglesia Episcopal? Hay dos aspectos fundamentales: decir la verdad con arrepentimiento y renunciar restaurativamente.

Decir la verdad con arrepentimiento

La Iglesia debe servir de modelo de lo que significa decir la verdad para liberarse del legado de la supremacía blanca y por lo tanto vivir en una nueva realidad. Decir la verdad con arrepentimiento no se limita a una admisión interesada de culpabilidad para exonerarse de un pasado inhumano. En lugar de ello, es asumir responsabilidad por ese pasado. Esto significa nombrar las maneras en que la Iglesia ha sido moldeada y se sigue beneficiando de las complejas realidades de la supremacía blanca y, más importante aún, hacer lo que es necesario sistemática, cultural y hasta teológicamente para liberar a la Iglesia de ello.

Participar en decir la verdad con arrepentimiento significa, por ejemplo, que la Iglesia Episcopal debe enfrentar honestamente la manera en que sus actitudes raciales pasadas y sus respuestas apáticas a la injusticia racial (como la esclavitud) contribuyeron al tipo de estructuras y políticas que siguen moldeando la demografía de la Iglesia contemporánea.

Por ejemplo, ¿de qué maneras el legado de ser la iglesia de poderosos dueños de esclavos está entretejido en la trama cultural, sistémica y teológica de la iglesia, impartiéndole, por lo tanto, una fama de ser 90 por ciento blanca y una reputación de ser la iglesia de una élite poderosa? Después de decir la verdad sobre las maneras en que el legado de la supremacía blanca vive en la iglesia, tanto en lo local como en la denominación, es necesario trabajar intencionalmente para liberar a la iglesia de este legado pecaminoso. Solo diciendo la verdad sobre el legado de supremacía blanca que tenemos como iglesia podremos arrepentirnos realmente, es decir hacer algo diferente. En las palabras de Ta-Nehisi Coates, “Lo que se necesita [en nuestras iglesias] es sacar a la luz los secretos de familia y enfrentar viejos fantasmas”, de lo contario esos viejos fantasmas nos seguirán rondando.

Renunciamiento restaurativo

Hacer que la iglesia lidere al país de vuelta a su alma requiere un renunciamiento restaurativo. Para restituir al Estados Unidos blanco en particular a su humanidad sagrada, debe renunciar a sus privilegios de blancura. Como lo señalé anteriormente, la única manera en que los blancos pueden ser lo que son es reclamando un privilegio que disminuye la humanidad y las vidas de otros, lo reconozcan o no los blancos.

En este aspecto, no se trata solo de ser racista, sino de beneficiarse de las realidades de la supremacía blanca. Uno no tiene que ser abiertamente racista para hacerlo. Optar por ser blanco, incluso cuando eso signifique rechazar pasivamente confrontar lo que significa ser beneficiario de la supremacía blanca y de su legado, es una opción inhumana. Porque es la opción de verse a uno mismo como mejor que otro y, por lo tanto, es la opción de traicionar la verdad de la humanidad sagrada que todos tenemos en común.

Es por eso que la iglesia tiene la responsabilidad de mostrar el camino de vuelta hacia la humanidad sagrada renunciando a sus propios privilegios blancos. Para decirlo sin rodeos, la Iglesia Episcopal tiene que decidir si va a ser blanca o va a ser iglesia. Porque no se puede ser a la vez blanco e iglesia, puesto que un salvador crucificado está en el centro de nuestra fe cristiana. Porque el hecho de que Jesús fue crucificado revela que renunció a todo lo que lo separaba de su humanidad sagrada, y más importantemente aún, de las clases de gente crucificada, las víctimas del mortífero privilegio cultural, político y religioso de esa época.

Dicho sencillamente, la renuncia de Jesús a los privilegios de ser judío, de ser hombre y hasta de su divinidad, dejó abundantemente claro que el camino hacia la salvación futura de Dios es la solidaridad con los Ahmauds del mundo, cuyas vidas peligran por las realidades crucificantes de la supremacía blanca. ¿Por qué? Porque solo cuando el más humilde de ellos pueda vivir libremente en la plenitud de su humanidad sagrada, la promesa de Dios de justicia se hace realidad y la humanidad sagrada de todos se restaura.

Finalmente, si las iglesias van a ser más que simplemente instituciones sociales, deben participar en el trabajo de desmantelar la supremacía blanca y por ende reconciliar a Estados Unidos con su alma colectiva y su propia humanidad. Y mientras que haya Trayvons, Sandras, Michaels, Erics, Tamirs o Ahmauds, la iglesia debe realizar el trabajo de decir la verdad con arrepentimiento y de renunciar restaurativamente. Este es el trabajo que tienen nuestras almas.

*En estados unidos y en inglés “people of color” o “gente de color” significa la gente latina, negra, indígena, asiática. Nativo/a son personas indígenas de estados unidos – Nativos Americanos.

La reverendísima Dra. Kelly Brown Douglas fue nombrada deana de la Escuela Episcopal de Teología del Seminario Teológico Union y profesora de teología en Union en septiembre de 2017. Fue nombrada titular de la cátedra Bill and Judith Moyers en Teología en noviembre de 2019. También es canónica teológica de la Catedral Nacional de Washington y teóloga en residencia en Trinity Church Wall Street.

Antes de Union, la deana Douglas fue profesora de religión en Goucher College, donde fue titular del Profesorado de Religión Susan D. Morgan y ahora es profesora emérita. Antes de Goucher, fue profesora adjunta de teología en la Escuela de Teología de Howard University (1987-2001) y profesora adjunta de religión en Edward Waters College (1986-1987).

La deana Douglas, que fue ordenada sacerdote episcopal en 1983, tiene una maestría en teología y un doctorado en teología sistemática de Union. Es autora de muchos artículos y de cinco libros, entre ellos Sexuality and the Black Church: A Womanist Perspective y Stand Your Ground: Black Bodies and the Justice of God. Su trabajo académico se concentra en teología feminista, sexualidad y la iglesia negra.

Recursos:

This article is part of the July 2020 Vestry Papers issue on Racial Justice and Reconciliation